jueves, 29 de mayo de 2008

Armonía

Mientras los mini-yos guardan su sitio dentro de la danza interior que es la vida de cada uno, podemos decir que gozamos de armonía. Cuando alguno se sale de él, convirtiéndose en un maxi-yo, no interesándole ya bailar pegado sino a su aire, adiós armonía. En tanto no se reintegre a la coreografía común, acaso con propuestas nuevas e interesantes, no recuperaremos el equilibrio perdido.

miércoles, 28 de mayo de 2008

La alegría

Espejito, espejito mágico, tú que me ves, mohíno, demudado, dime ¿dónde se encuentra, en qué arcón, bajo que baldosa, en qué bolsillo, bajo qué teja, en qué pliegue, bajo qué suela, en qué ardid, bajo qué lengua, en qué cabeza, bajo qué párpados, en qué cintura, bajo qué llagas, en qué afán, bajo que lucha, en qué llave, tras qué puerta, la alegría?

martes, 27 de mayo de 2008

No me bastaría

No, no me bastaría el amor de todos los seres, una cifra milmillonaria: mi corazón querría más...
¿Dónde estás, amor más que milmillonario para que mi corazón llenes?

miércoles, 21 de mayo de 2008

Desconocer

Cuando la sensación de desconocerse a uno mismo y a los demás es mucho mayor que la de conocerse y conocerlos, uno se atrevería a expresarse en estos términos: "Oye, ¿desconoces a mengano? Yo tuve el gusto de desconocerlo el otro día". "El día que desconocí a zutano, mi vida pegó un giro". "¡Qué ganas tengo de desconocer a fulano!". "Oye, si llegas a desconocer a X, dale recuerdos de mi parte". "¡Qué sorpresa! Nunca pensé que llegaría a desconocerte", etc., etc.

domingo, 18 de mayo de 2008

Consolarse

Leo estos días Una vida presente, las memorias de Julián Marías. En 1909, a los tres años, murió el primer hijo de sus padres, Pablito. Comenta Marías: "Mis padres no se consolaron nunca, literalmente". Después será él mismo el que pierda a su primer hijo, Julianín, también a los tres años. Y vuelve a comentar: "no nos hemos consolado nunca". Me pregunto que significa no "consolarse nunca" de algo, en este caso de la muerte de un hijo, la peor de las pérdidas. ¿No poder hacerlo, no querer hacerlo, las dos cosas al mismo tiempo? ¿Que quede, inexpugnable, dentro de uno, un reducto de tristeza que jamás será vencido, un vacío inasequible a todo llenado, una sensación de pérdida que no admita la compensación de ganancia alguna? ¿Qué hemos de entender por consolación para que se pueda decir que uno no la ha alcanzado nunca -porque no se pudo, porque no se quiso, por cualquier otra razón- con respecto a algo? ¿Cabe la posibilidad de que alguien dé por imposible todo consuelo, que lo rechace de hecho, consciente o inconscientemente, para así permanecer unido al ser amado, como si esa in-consolación, o desolación, fuera la única manera de tenerlo presente?
El autor Clive Staples Lewis relató en su libro Una pena en observación el proceso espiritual que vivió tras la muerte por cáncer de su esposa. Pues bien, tras el paso inevitable por la desolación, el rechazo y la protesta, superado el duelo, hizo el siguiente descubrimiento:
Y cuanta más alegría pueda haber en la unión entre un vivo y un muerto, mejor también.
Mejor por cualquier parte que se mire. Porque he descubierto una cosa, el dolor enconado no nos une con los muertos, nos separa de ellos (...). Es precisamente en esos momentos en que siento menos pena (...) cuando H. irrumpe encima de mi pensamiento en toda su plena realidad, en su ‘otredad’. No perfilada, enfatizada y solemnizada por mis propias miserias, como en mis peores momentos, sino como es ella por derecho propio. Esto es bueno y tonificante”.
Está claro que Lewis sí que se consoló.

domingo, 11 de mayo de 2008

Letanía

En contra de mí, para ser ganoso cuando estoy desganado.
En contra de mí, para ser amante cuando soy odiador.
En contra de mí, para ser ecuánime cuando soy injusto.
En contra de mí, para estar tranquilo cuando estoy ansioso.
En contra de mí, para tener humor cuando estoy malhumorado.
En contra de mí, para acudir cuando quiero escapar.
En contra de mí, para ser húmedo cuando estoy seco.

viernes, 9 de mayo de 2008

Sensibilidad

Sensibilidad: palabra enorme, a la que se suben todas las ventanas de nuestro ser para abrirse y dar entrada a muchísimas cosas, desde las más pequeñas a las más grandes, para que las “sintamos”. Si eres piel desprotegida ante el mundo, el mundo te penetra, penetras tú el mundo.

Lo difícil

El saber de la facilidad de la vida antes de toda dificultad es uno, y el saber de la facilidad de la vida después de la dificultad es otro. El segundo es mayor que el primero porque, tras franquear las cañadas oscuras, lleva en sus alforjas esos contenidos que solo da el haber tenido que vérselas con lo difícil. Esta facilidad a la segunda potencia tiene precisamente potencia, más potencia, la que otorga el haber logrado atravesar un tramo angosto de nuestro camino.
“Lo que se exige de nosotros, decía Rilke, es que amemos lo difícil y aprendamos a habérnoslas con ello”.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Letraherido, letrasalvado

Un embrión de palabra, inválido, se hace un hueco en nuestro seno y nos desgarra. Es un punto de luz que quiere ser línea de luz, espacio de luz. Mientras no lo consigue, su pequeña mano nos retuerce. Cuando la expulsamos y deviene al fin palabra, se hace la luz. Lo que nos hería por dentro, ahora, fuera de nosotros, nos salva.

martes, 6 de mayo de 2008

Se va aprendiendo

“No es fácil ni difícil vivir, sino que se va aprendiendo”, me escribía mi amiga Chus hace ya algunos años. Bueno, por tramos llanos, a la sombra y sin peso en la mochila, es fácil vivir. Por tramos pedregosos, bacheados, empinados, bajo un sol de justicia y con el macuto a reventar, vivir es difícil.
De la facilidad, ¿qué se aprende? La dulzura de la vida, su sencillez, su abundancia, el regalo en que consiste: el viento viene a favor y el horizonte permanece despejado.
¿Y de la dificultad? En este caso no es carne triturada lo que nos llevamos a la boca sino un hueso, y, como ya sabemos, "los huesos son duros de roer". Si lo fácil se aprende fácilmente, lo difícil, ni que decir tiene: el viento viene en contra y el horizonte permanece oscuro. Es aquí donde el maestrazgo de la vida impone su dura ley: sangre, sudor y lágrimas. Aparece como gran virtud creativa la paciencia, y digo creativa porque engendra la esperanza, que decía San Pablo. Dentro del presente ocluido, abre una mirilla por donde avistamos la salvación, la pregustamos, la esperamos. Es la hora de la fortaleza, aunque estemos doblados y ya no podamos más.